Igual y diferente

Hombres y mujeres deben tener mismos derechos por tener mismas obligaciones. Y obviamente es natural que se tengan esas obligaciones si ambos poseen capacidad para desempeñar las actividades necesarias para cumplirlas. No obstante hombres y mujeres no son iguales.

Hace un par de días discutí sobre este asunto y mis amigos coinciden en que el origen de la diferencia es meramente cultural y resultado de los rolles adquiridos. No es fácil determinar hasta qué punto lo cultural juega un papel determinante. La mujer tiene características muy similares en la mayor parte de las sociedades y a mi parecer, eso explica en cierto modo la existencia de diferencias biológicas.

Es innegable que el cuerpo del hombre está naturalmente dotado de una capacidad mayor de desarrollar la fuerza física y que aunque una mujer puede alcanzar un buen nivel en actividades físicas es siempre resultado de un esfuerzo mayor y usualmente obtiene peores resultados. Esto no significa que el cuerpo femenino sirva exclusivamente para el embarazo ni mucho menos pero sí implica un mayor desarrollo en otros ámbitos. La mujer desarrolla su astucia y puede aprovecharse de ello si se le concede la oportunidad.

Esto no es un discurso antifeminista ni mucho menos. Es muy necesario reconocer la necesidad del trato igualitario ya no en cuanto a hombres y mujeres, si no entre las personas como conjunto. La lucha de la mujer ha sido dura y larga y aun inacabada en muchas partes del mundo pero no considero coherente utilizar la posición que actualmente tenemos las mujeres europeas como consecuencia del esfuerzo de muchas otras para desacreditar al hombre. Darle la vuelta a la tortilla y actuar desde el rencor es lo menos coherente que una mujer que cree en la igualdad puede hacer. Así como la defensa de medidas tan absurdas como la implantación de servicios mixtos o cambios en las RAE que no llevan a ningún logro en nuestro derechos.

Además, es innegable que cada día más hombres están concienciados con este asunto y parece que esta concienciación va aumentado generación tras generación. Por ello, no considero justo meter a todos en el mismo saco, identificándolos como hombres de hace un siglo. Al fin y al cabo serán lo que sean, pero no son mi más ni menos que una mujer. Una vez una sabia con mucho camino recorrido en la vida me dijo que hombres y mujeres estamos hechos de materiales diferentes; de otra pasta. Por ello las mujeres debemos tenerlo en cuenta a la hora de formular nuestras expectativas respecto a los hombres.

Para concluir, añadir que no es fácil reducir a estas dimensiones una opinión, y menos en un ámbito tan extenso como la guerra de sexos, en la que existen demasiados temas como para poder abarcarlos en esta pequeña reflexión.

Pero bueno, esto de que las feministas radicales están dando la vuelta a la tortilla en muchos sentidos es tan solo una opinión